La Vuelta ha acertado con el ciclismo 'moderno'
Ya se ha acabado la Vuelta que apostó por el ciclismo llamado
'moderno'. Es hora de valorar qué han supuesto los cambios aportados.
Ninguna etapa ha superado los 200 kilómetros, sólo una ha incluido
varios puertos de verdadera duraza -la que concluyó en el Angliru-
y ha habido seis llegadas en alto. Toda una revolución que abre
el interrogante de si sería extrapolable este tipo de ciclismo
a las otras dos grandes, el Giro y el Tour.
Esta Vuelta ha sido todo un espectáculo. Independientemente
de la igualdad que ha existido en la clasificación general hasta
la etapa del Angliru, cada jornada ha deparado batalla. En el
pelotón no ha habido ni un momento de respiro y los aficionados
se lo han pasado en grande. Sin embargo, sería precipitado afirmar
que las otras carreras deberían 'copiarse'.
La Vuelta se disputa en septiembre y los corredores afrontan
la comeptición con muchos kilómetros de esfuerzo en sus piernas.
Por eso, cargarles con más distancia tenía como consecuencia
más instantes de obligada relajación de los necesarios. Por
contra, Giro y Tour están más 'centrados' en el calendario y
son el primer objetivo temporal de muchos ciclistas, por lo
que sí pueden apostar por distancias más largas. Otra cosa bien
distinta es endurecer el recorrido en su parte final, como ha
hecho la Vuelta, para conceder un especial alicente a cada etapa.
Eso sí que es posible y supondría una gran aportación a las
otras dos grandes.
Lo dicho, este recorrido ha sido un acierto en la Vuelta, y
tanto en el Giro como en el Tour deberían tenerlo en cuenta
en aspectos determinados, pero no en su totalidad.
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