16/12/2005

Como si ya hubiera estado allí

Uno se empapa tanto de lo que le gusta que a veces tiene la sensación de haber estado en un sitio, aunque no lo haya pisado jamás. Y no lo digo por Zamora, de donde me ha llegado una multa pese a no tener el placer de conocer ni la ciudad ni su simpática Jefatura Provincial de Tráfico. Lo digo, obviamente, por el cerro Aconcagua.

Lo he visto todo

He leído y estoy leyendo tanto del Aconcagua, he charlado tantas veces con Juanito Oiarzabal,, he visto tantas fotos y tantos mapas, tantas imágenes aéreas que me sorprendo a mí mismo reconociendo pasos y rutas que no he visto jamás. Distingo en un segundo si una foto es desde el norte o desde el sur, tanto si la montaña tiene nieve, como si está limpia. Diferencio de un vistazo las dos cumbres, la principal y la secundaria, aunque me pongan la foto al revés.

Los nombres

Pero lo que más me gusta son los nombres. La propia denominación de la montaña ya es de una atracción irresistible: Aconcagua. Pero hay más. El último sitio civilizado se llama Puente del Inca. El lugar donde se bifurcan los glaciares, Confluencia. ¿Puede haber un nombre más preciso?. El campo 1 se llama Nido de Cóndores. No creo que haya un nombre más apropiado ni más bello para un campo de altura. El valle que se remonta se llama Horcones. Los nombres de los refugios son Libertad, Plantamura, Independencia, Berlín. Una de las zonas más descarnadas de la montaña se llama El Gran Acarreo. A otra le dicen Piedras Blancas. Los montes que nos rodean se llaman Cerro Cuerno y Cerro Manso. Y, por supuesto, la Canaleta. Un nombre que, cuando se ha leído tanto, cuando se ha dejado llevar la imaginación hasta desbocarla, produce vértigo. Tengo que ver lo de la multa.