19/12/2005

Las expediciones de Juanito, de buen comer

Si de algo tienen fama las expediciones de Juanito Oiarzabal, además de por su eficacia, es por el excelente nivel de vida que gastan. Más de treinta expediciones al Himalaya tienen que servir para algo. Los campos base que monta Juanito tienen una infraestructura superior. Desde pequeñas instalaciones eléctricas que hacen la vida más cómoda a una comida excelente. Es en este apartado, en el culinario, en el que Juanito tiene mejor fama.

Cocinero personal

Durante muchos años, Juanito Oiarzabal tuvo su cocinero personal en las expediciones. Era un nepalí, Ningma Tamang, que el propio Juanito se encargó de formar. Lo sacó del Himalaya, le pagó unos cursos en la Escuela de Cocina de Vitoria y le tuvo durante tres meses viviendo en su casa. Ningma aprendió todos los secretos de la cocina vasca, aprendió unas cuantas palabras en castellano y, cada vez que Juanito iba a un ‘ochomil’, era un miembro más de la expedición. Así que no es raro que en cualquier campo base, después de una buena zurra montando campos de altura, la expedición de Juanito se meta entre pecho y espalda un buen bacalao al pil pil o unas carrilleras. Todo, bien regado con un caldo de la Rioja alavesa. "Bastante sufrimos por ahí arriba", gruñe Juanito cuando se le pregunta por tanta sofisticación.

Un consejo

Un pequeño consejo de veterano para Gervasio Deferr, Theresa Zabell, Martín Fiz, Amavisca, Escartín y Chema Martínez. A la hora de la cena, no ponerse ni en la cabecera de la mesa, ni al final. Si te pones en la cabecera, al lado del perolo, te toca servir la sopa para toda la expedición. Y si te pones al final, aparte de que te puedas quedar sin sopa, la escudilla te puede llegar con la sopa ya fría por culpa de la temperatura. Habrá tortas por un sitio bueno. Lo sé.