24/12/2005

Todo el mundo nervioso y entrenando

Ayer hice una ronda de llamadas a los miembros de la expedición con la excusa de felicitarles las Pascuas y todo ese formalismo de estos días. En realidad, quería calibrar como está el ánimo del personal. Y están como motos. A muchos les noté nerviosos, con un poco de ansiedad y, sobre todo, entrenando. Prácticamente todo el mundo había hecho algo de ejercicio ayer y no van a perdonar ni hoy ni incluso mañana, siendo Navidad. Sobre todo, el grupo de Vitoria, que tiene como tradición salir al monte el día de Nochebuena.

La oficina de Juanito
Juanito, como jefe de expedición, tiene la oficina abierta permanentemente: “Llámame para lo que quieras, a la hora que quieras y el día que quieras. Mira, ahora me pillas gestionando la comida energética y la otra”. Cuando Juanito habla de ‘la otra’ se refiere a la comida buena, a la comida de vicio: queso, embutido ibérico, vino de la Rioja alavesa y algo de pacharán, que nunca falta en sus expediciones. Juanito, desafiando todas las nuevas teorías sobre la nutrición deportiva, odia la comida energética. Es difícil verle comer una barrita. “He subido muchos montes a base de pan y chorizo. Pan duro, pero pan al fin y al cabo”.

Que no falten cervezas
Siguiendo con los desafíos a la lógica, el día que hizo el último ‘ochomil’ de los catorce, en el Annapurna, llamó desde la cima al campo base y sólo hizo una petición: que le tuvieran preparado un puro y una cerveza. Yo mismo fui requerido en una ocasión con una petición insólita. En el Everest, en el campo base, recibí una llamada al walkie desde el campo uno, a siete mil metros. Era Juanito: “¿Cómo están las cervezas?”, me preguntó. “Congeladas”, le contesté, “no se pueden beber”. “Pues vete poniéndolas al sol que en dos horas estamos allí”, me dijo. Cervezas al sol. El mundo al revés.