Después de haber estado diecisiete veces en la cumbre del Aconcagua,
Juanito tiene anécdotas más que de sobra para escribir un libro,
pero la que más recuerda es una que cuenta casi siempre en las frías
noches del campo base, en la tienda comedor, tomando un té después
de la cena. Y es que la primera vez que Juanito subió al Aconcagua lo
hizo en compañía
de un perro. El hecho es tan insólito
como cierto. En el año 82, en pleno invierno austral, un grupo de elite
de alpinistas vascos, entre los que se encontraba Ángel Rosen, el padre
de Juan Vallejo, hizo la quinta ascensión mundial en invierno al Aconcagua.
En la marcha de aproximación, en Puente del Inca, el último sitio
civilizado, se encontraron con una perrita y se encariñaron con ella.
Y la pusieron un nombre en euskera: Beltza, que significa negro.
El caso es que el animal ya no les dejó en toda la expedición,
al punto de llegar con el grupo hasta la mismísima cumbre. Y algo genético
debía haber en la perrita porque, con el correr del tiempo, tuvo cachorros
y alguno de ellos también subió a la cumbre. Es una leyenda muy
extendida en la zona y que dio una cierta fama a la expedición vasca
en Mendoza y alrededores.
Mus con los ciegos
Juanito también recuerda haber jugado al mus
con los ciegos. Fue
el año en que una expedición de la ONCE, con el cantante Serafín
Zubiri, hizo cumbre por la ruta normal. Oiarzabal iba con otro grupo pero, amante
del mus, no pudo resistir la tentación de echar una partida con aquel
singular grupo de montañeros. Jugaban con las cartas marcadas, pero aquello
no le quitó ni pizca de pasión a las partidas. Que se vayan preparando
los compañeros actuales: Chema Martínez, Gervasio Deferr, Amavisca
Juanito asegura que el mus lo inventaron los vascos. Puede haber mucha tralla..