30/12/2005

¿Quién tirará el cazo de fundir el hielo?

Juanito Oiarzabal es un pozo sin fondo de anécdotas montañeras. El otro día, para meternos en ambiente, empezó a contar con su particular estilo cómo es una noche de ataque a cumbre: “Estas metido en el saco. Pueden ser la una o las dos de la madrugada. Fuera hace un frío terrible. En la pequeña tienda puede haber dos y hasta tres compañeros más. Todos en silencio. Sólo oyes el roce de sus monos de pluma mientras se desperezan. Al rato, sentados, lo único que se oye es el gas de los quemadores fundiendo un trozo de hielo en la cazuela con el que poder conseguir un litro de agua. Con ese agua haremos un poco de leche en polvo para desayunar. Para mí, es un momento mágico. Bueno, pues siempre hay un ‘listo’ que tira el agua. ¡Siempre! Es que no falla. En todas las expediciones siempre hay un patoso que se pone los crampones o la chaqueta o se ata las botas y tira la cazuela, el quemador y el agua. Y otra vez a empezar: coger el hielo, calentarlo, fundirlo, esperar casi una hora... Quiero ver quién es el listo en esta expedición. Quiero verlo”. Si llego a vivir ese momento de ataque a cumbre me pondré a un kilómetro del cazo.

Primeros achaques
Tras las primeras pruebas de material, aparecen también los primeros achaques. Me escribe Martín Fiz para contarme que está con la espalda maltrecha. Acostumbrado a gastar zapatillas de atletismo de apenas doscientos gramos de peso, tiene que mover ahora botas de kilo y medio. Eso y la mochila. El otro día se ofreció voluntario a llevar la mochila de un grupo de amigos en su ascenso al Gorbea. Está claro que no se puede ser ni el ‘listo’ ni el ‘generoso’ de la expedición. Aun así, Martín correrá la San Silvestre de Vitoria, como otros correremos la de Madrid o como Amavista acabó la carrera de Navidad de Laredo. Ocho kilómetros y medio en 32 minutos o así.