09/01/2006

Ya nos hemos ido pero... ¡volveremos!

Hace un año, estaba tirado en una tienda de campaña, en Atar, esperando el momento de ir a ver a los comisarios para decirles que nos retirábamos del Dakar. Se nos había roto el embrague. Juré que nunca volvería a meterme en un deporte que dependiera de la mecánica. Aquel Dakar lo acabamos de milagro. Esta vez, el embrague soy yo mismo. ¿Qué excusa buscaré ahora? ¿La altura? ¿El frío? ¿Volveré a tener tanta suerte como en el Dakar? ¿Se puede ser un tío con potra eternamente?

Un listo

Escribo a un par de horas de irnos al aeropuerto. Martín Fiz aparece en la redacción vestido de montañero. Dice que tiene el coche hasta arriba de petates. Juanito le ha hecho venir desde Vitoria con el coche a tope para no tener que cargar él. Muy listo Juanito. Técnicamente, ya estamos de expedición. Mi mesa está llena de chismes. Unos walkie-talkies, un teléfono satélite cargándose... Acuerdo con Agustín Castellote una conexión con Radio Marca cuando estemos cruzando el charco.

En marcha

Las últimas horas siempre son complicadas. La sensación de que te olvidas algo no sucede sólo en las películas. Es real. Ahora mismo, soy incapaz de recordar si he metido un par de chanclas y toalla. Creo que no. Anímicamente, tampoco estas horas son el mejor momento. La mejor noticia es que la diferencia horaria con Argentina es de cuatro horas. Yo iba convencido de que eran seis. Dos horitas que hemos ganado. Me lo acaba de decir mi compañero Miguel Ángel Lara, que acaba de llegar del Parque Nacional del Aconcagua. Obviamente, le pregunto por la montaña: “Acojona”, me dice. Pues qué bien.