10/01/2006

Comfirmado: Gervasio Deferr ronca

En el reparto de habitaciones en el hotel de Mendoza que, por cierto, se llama hotel Aconcagua, estaba claro que uno tenía que dormir solo porque somos impares. El candidato número uno era Gervasio Deferr. El gimnasta es una locomotora... roncando. ¡Qué barbaridad! ¡Qué manera de emplearse! No había despegado el avión y Gervasio ya dormía en el asiento. Parecía que se había caído del piso de arriba. Escartín no daba crédito: “¿Ése es Gervi? ¡No puede ser! En Panticosa dormí con él y no me dio ni pizca de guerra”. Gervasio justificó su concierto diciendo que está mal de la garganta. Nadie le creyó.


Estética de la montaña

Juanito Oiarzabal, en una de las escalas, nos dio una charla: “Ya os explicaré lo de la estética de la montaña. Es muy importante. Ahora no puedo porque me voy a curar el pie”. Y sacó una bolsita muy mona, de felpa, de color rosa, que fue el hazmerreir: “¿Ésa es la estética de la montaña? ¿La bolsita rosa?”. Y allí, en plena cafetería del aeropuerto, Juanito se quitó los calcetines, sacó los pies amputados, y sin cortarse un pelo, se cambió las vendas y se dio crema de Aloe Vera.

Mal comienzo


Mi inicio fue lamentable. Resulta que he sido el primer paciente del doctor Gandía. Nada más pasar el control de pasaportes, en Barajas, un empleado del aeropuerto me atropelló con un carrito de la limpieza. Me levantó un metro del suelo y me revolcó a base de bien. Entré al avión dolorido y lloroso. El doctor me levantó el pantalón, me vio sangrar y curó mi herida. Gervasio, que vio el golpazo, se partía: “Yo flipaba, no me lo podía creer”. Es una anécdota, pero estuvo a punto de costarme la expedición.