14/01/2006

Caldo y gominolas para Amavisca

Como se entere mi mujer que estoy comiéndome esta sopa, no me deja entrar en casa. Por favor, que nadie diga nada”. Sin embargo, es imposible resistirse. Amavisca, cada noche, cena una sopa de verduras. Aparta minuciosamente, uno por uno, los tropezones, hasta hacer casi una ensalada y se come el caldo. “Yo soy raro para comer. Soy muy raro”. Ayer, por ejemplo, se hizo toda la tirada de Confluencia a Plaza Mulas sin probar bocado. Prácticamente, se alimenta de gominolas. Es uno de los tipos con mejor humor de la expedición y cada noche nos ameniza con chascarrillos de su época de futbolista.

La prensa sufre

De alguna manera se tenía que notar la mezcla entre gente de a pie como los periodistas, y los atletas de elite. Los periodistas son los que más están sufriendo. Servidor tiene una artritis traumática en el dedo gordo del pie izquierdo y un esguince grado dos en el tobillo. Juanito se puso como una fiera cuando me descubrió la venda que, a escondidas, me puso el doctor. “¡Que no corras! ¡Te lo he dicho mil veces! No se puede bajar corriendo”. ¡Ah! Y se me ha caído una uña.

Bea, la heroína

Pero la heroína de la jornada fue mi compañera de fotografía, Beatriz Guzmán. A más de tres horas del campo base, no podía dar un paso. Iba arrastrándose por culpa de unas molestias musculares en la ingle. Ella no lo sabe porque intentó disimularlo, pero la vi llorar de dolor y sufrimiento durante muchos kilómetros. No tiene por qué avergonzarse. Yo también lloré en el Everest. Y Gervasio también: “Cuando fallé en Sidney, me tiré tres días llorando”. Pues eso, Bea. No llores.