17/01/2006

El peor día de mi vida (II)

La ascensión de ayer al Nido de Cóndores me ha recordado mucho a la primera ascensión al campo base del Everest en el año 2000. Entonces, titulé esta misma crónica ‘El peor día de mi vida’. Pues eso, lo mismo. Vamos, que puedo decir que el día que he pasado está entre el ‘top 3’ de los peores de toda mi vida. Un auténtico calvario. Lo he pasado mal, he llegado, sí, pero muy justito. Bueno, tan mal iba que he llegado a tener una frecuencia de 20 pasos y parar, porque no podía más. En todo el día he comido sólo una barrita de cereales y lo que he bebido ha sido sin ganas. Se te quita el apetito. Se te quita todo, la verdad.

Nos impresionó

Una de las cosas que más nos impresionó ayer sucedió cuando estábamos muy cerca de alcanzar nuestra meta. Vimos cómo bajaban a un tipo con signos de congelación. Le llevaban cogido de la mano. Parecía un niño pequeño, es que no se tenía en pie, pero en el sentido literal de la frase. Nos miramos y creo que todos pensamos lo mismo sin necesidad de hablarnos. Desde luego es una imagen que quedará grabada en nuestra memoria durante mucho tiempo.

Reparto de tiendas

El caso es que al final llegamos. Tocados, pero llegamos, que es de lo que se trataba. Así que, aquí estamos dispuestos a cocinar, cenar y pasar la noche lo mejor posible. Hemos hecho un reparto de tiendas de la siguiente forma: En una, el doctor Juan Gandía, mi compañera Beatriz Guzmán y un servidor. En otra, Theresa Zabell, Fernando Escartín, Martín Fiz y Chema Martínez. Y en la tercera, Juanito Oiarzabal, Juan Vallejo y José Emilio Amavisca.