21/01/2006

Otro día negro para el ránking

Otra jornada inolvidable por lo dura, sufrida y puñetera. El Señor Nuestro Dios me abandonó ayer. Me abandonó a primera hora porque cuando me levanté a orinar, caminé unos pasos hasta unas rocas y en ese trayecto de apenas diez metros, me di cuenta de que no iba a ser mi día. ¡No podía dar un paso! ¿Cómo era posible? El día anterior, había ascendido como un campeón a Nido de Cóndores y, sólo una horas después, era un deshecho de tienta. La noche ya fue horrorosa: pasé frío, me dolió la cabeza, no pegué ojo y fui tan burro de acostarme con la libreta y el bolígrafo en el bolsillo del pantalón. Total que, camino de la ascensión a Berlín, el campo 2, a los cien metros de empezar de la subida, ya era el último de la fila. Estuve tentado de darme la vuelta dos veces. No sé qué me hizo seguir y llegar con los demás a la meta. Misterios de la altura. Ahora mismo soy un claro NO candidato a llegar el lunes a la cumbre del Aconcagua.

Una anécdota en Plaza de Canadá

El otro día, a la altura de Plaza Canadá, unos guías reconocieron a los deportistas de nuestra expedición y, en plena ascensión, se hicieron unas fotos con ellos. Terminado el intercambio de saludos, uno de los guías, le dijo a Juanito, sin conocerle de nada: “Tenéis que ir por ahí, por la derecha”. Al oír los consejos del ‘veterano’ Juanito explotó, claro y le soltó: “He subido diecisiete veces al Aconcagua. ¡Soy Juanito Oiarzabal!”. Los guías se quedaron de piedra: “¿Juanito Oiarzabal? ¿El gran Juanito? ¡Vamos a hacernos ahora mismo unas fotos!”. Y a los deportistas, ni caso. Y es que la fama de Juanito en las montañas es algo que, literalmente, trasciende de nuestras fronteras.