23/01/2006

La Canaleta cambia de nombre

La Canaleta es un pedregal de doscientos metros de longitud y un sesenta por ciento de inclinación. Es ahí donde se decide la cumbre. Si se pasa la Canaleta, la cima está en el bote. Por eso, a cada expedición que pasa, le preguntamos obsesivamente por la Canaleta: “¿Qué tal la Canaleta? ¿Había nieve? ¿Hay que usar crampones? ¿Qué tal se baja?”. Es un nombre que nos martillea constantemente. Nos sacude de tal manera que el ingenio de Chema Martínez ha cambiado de nombre. Desde ayer, para nuestra expedición, la Canaleta ha pasado a llamarse “La Cagaleta”. Así sea.

Me lo tragué

Por la noche ya estaba decidido que al día siguiente no subiríamos. Así que me entregué al calor de mis dos sacos, dispuesto a dormir hasta las nueve y media o las diez, que es cuando da el sol de pleno. A las siete y pico oigo la voz de Juanito Oiarzabal: “¡No puedo más! ¡Nos vamos para arriba!”. Salté del saco porque me había relajado tanto que no tenía preparado nada. Hice la mochila como pude: los crampones, algo de ropa, los calientamanos, la frontal… Salí volando a la tienda comedor. Allí estaban Amavisca y Juan Vallejo. Cuando vi sus caras, salí de mi error: “¿Pero dónde vamos a ir con la que está cayendo?”. Todo fue una fanfarronada de Juanito. Estuve a punto de volverme al saco. Al final, me quedé y desayuné de mala manera cuatro galletas duras como el pedernal. Juanito lo compensó todo cocinando una especie de paella que se dejaba comer, un manjar en vísperas del ataque final. Pese a la broma que me gastó Juanito, la jornada fue mucho mejor de lo previsto, porque era el día señalado para subir de un tirón hasta el campo II, lo que hemos dejado para hoy.