27/12/2005

Hay amores que matan

A todos nos encantaría. La oportunidad que me brindan es inverosímil. Compartir cordada con Juanito Oiarzabal, el mejor himalayista del mundo, en el Aconcagua forma el sueño de cualquier deportista . Vivir en primera persona lo que es una expedición en alta montaña; aproximación, porteadores, aclimatación y... cumbre.

Es un reto al igual que en su día lo fue correr un maratón o realizar en bicicleta la Quebrantahuesos. Va a ser duro, durísimo. Estoy ante una disciplina que nunca había realizado y pertenecer al mundo de la alta competición, no me asegura el éxito. Voy a estar cerca de otros compañeros de diferentes deportes al mío, esto hace que la competitividad sea grande a la vez que la complicidad entre todos sea de una solidaridad aplastante. Estoy deseando que llegue el día, que el Aconcagua no me dé la espalda y apreciar ese Amor y Odio del que hablan los grandes montañeros.

Todo lo relacionado con el deporte lo hago con la mayor ilusión y honestidad que puedo, aun ignorando en muchas ocasiones cuál será el final. En esta ocasión el mayor hándicap que voy a encontrarme es la hipoxia, el ‘efecto altitud’ será el que ponga las limitaciones de mi físico. Me he dado cuenta estos días que ciertos músculos de mi cuerpo no son los idóneos para subir como uno quisiera. Mis gemelos se resienten cuando las pendientes son muy pronunciadas. Físicamente me encuentro bien, corro diariamente 18 kilómetros, realizo ejercicios de fortalecimiento y he procurado ir al monte con la única intención de familiarizarme con el material e intentar moverme como pez en el agua.

Corriendo maratón sabía que lo máximo a lo que me podía enfrentar era una pájara. Con la bicicleta los síntomas fueron parecidos, acrecentando las caídas y el acercamiento de vehículos de cuatro ruedas. En la alta montaña puede pasar de todo: cansancio, mal de altura, caídas y las sorpresas que guarda la montaña.

Hay amores que matan. Mi primer amor fue el maratón. Más tarde pretendí ir más lejos y emprendí viaje con la bicicleta. Ahora la distancia es menor en horizontal pero no se ve el final en vertical. Es un coqueteo en busca de la conquista de “la montaña”. Mi vida ha sido amar, aunque sea peligrosamente. El gusanillo ya está en el cuerpo, el Aconcagua me espera.