17/01/2006

Malditas sensaciones

Si Dios existe, es el momento de que esté lo más cerca de todos los que estamos aquí. No quiero ser alarmista, pero la mayoría de los que estamos aquí estamos algo tocados. Según Vallejo y Oiarzabal, esto es la grandeza de la montaña: estar en situación límite, sobrevivir sin oxígeno y con unos dolores de cabeza indescriptibles. Ni a mi peor enemigo le desearía estas malditas sensaciones. Ayer hablé con los míos, hacía unos días que no lo hacía y estaba ansioso por contarles lo grata que está siendo esta experiencia. Les decía: “Es lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo, esto es acojonante, algún día os traeré a hacer un ‘treeking’ por la zona”. Dormir a -5ºC. Levantarte a media noche e ir a una letrina de lo más cutre o arrodillarte en medio de la tienda de campaña y orinar en un envase. Nada más colgar el teléfono, una sensación de asfixia embarga mi pecho. La falta de oxígeno, la mala hiperventilación de los deportistas resistentes (aeróbicos), hace que las sensaciones sean de una total asfixia. Me cuentan: “Martintxo, esto es normal en alta montaña”. Me río yo de esta mierda de sensaciones. Espero que pasen pronto. Cada uno tiene algún problemilla, aquí no se salva ni Palomar, que tiene un tobillo como una bota y, lo que es peor, hasta el doctor Gandía está jodido.

No me adentro en el esfuerzo físico que estamos realizando porque se supone que estamos acostumbrados a los menesteres de someternos a altos esfuerzos, aunque cada uno en su modalidad. De verdad, le estamos echando un par de lo que hay que vosotros sabéis, o si no preguntarles a las muchas expediciones españolas que están compartiendo estancia con nosotros. Estoy seguro que más de uno se pensaba que un helicóptero nos iba a dejar a pie de cumbre. Pues no. En ningún momento vamos de “Yo soy yo”. Aquí no vale ir de campeón, la cumbre hay que ganársela a pulso y a nosotros nos está costando, igual que a cualquiera de los que están aquí.

Llevamos varios días de aclimatación, deteriorándonos físicamente, comiendo sin ganas porque si no lo hacemos el ‘Gran Capitan’ Juanito, está ahí para decirnos: “Chicos, hay que comer y beber fuerte para enseñarle los cojones a la muerte”. Como para no comer. Esto no ha hecho más que empezar, nos esperan salidas a más de cinco mil metros de altura y con caminatas superiores a las siete horas. Nuestra mentalidad, a pesar de las jodidas sensaciones, son las mismas desde el día del desembarco: hacer todos cumbre en el Aconcagua.