Cuando me propusieron tomar parte en esta aventura, mi primera reacción fue la natural: a dónde van a subir estos tarados, si lo más parecido a una montaña que han visto la mayoría de ellos es una tarta de chocolate. Pero después de compartir unos días con ellos y ver la ilusión que tiene depositada en el proyecto, me he dado cuenta que hay cosas más importantes que la experiencia, y que se suple con creces con ganas de hacer cosas nuevas.
Espero que a la vuelta del Aconcagua vean las montañas con otros ojos y hayan descubierto sin querer el placer de ascenderlas.