ALBERTO R. BARBERO / Madrid
Hubo de todo... y acabó como siempre. El Alavés derrotó al Rayo, como en UEFA hace cuatro días y como en la primera vuelta, pero el partido, por encima del resultado, dejó dos cuestiones fundamentales: lo grande que es el fútbol cuando lo interpretan tipos como Contra o Michel y lo fácil que es estropearlo cuando en ello se empeña un árbitro como Turienzo, si es que árbitro se le puede llamar tras lo de ayer. Arbitrario, más bien.

Había marcado el Rayo y poco más había dejado la primera parte hasta que llegó el último minuto. Razón no le faltaba -la jugada nace de una clara falta a Michel-, pero, por tener ya una tarjeta, Quevedo era el menos indicado para liderar la reclamación colectiva visitante tras el gol de Javi Moreno. No atendió a razones el ‘Mami’, así que menos iba a atender el colegiado. Conclusión: 1-1 y con diez los franjirrojos.

Salían los de Juande tras el descanso dándole aún vueltas al asunto y en cuatro minutos les hizo un traje Ibon Begoña, que ya participó decisivamente el jueves pasado en dos de las dianas del Alavés. Parecía que el ‘3’ albiazul había echado el candado al encuentro, pero Michel y Bolic se tomaron la remontada como una cuestión personal. Hicieron de todo, y casi todo bien, pero se encontraron con que Herrera, con la inestimable colaboración de unos palos que además de la portería sostuvieron el triunfo local, sólo cedió una vez al acoso.

A todo esto las fuerzas se habían igualado después de que Téllez, como cualquier otro podía haberlo hecho a poco que al tarjetero colegiado por ahí le hubiese dado, tomase el camino de los vestuarios tras una tangana con el omnipresente en estos lances Ballesteros: llegó a temerse lo peor Mendizorroza, pero el rumano Contra sentenció un gran partido con un gran disparo. Mira que lo intentó, pero ni siquiera Turienzo pudo ayer con el fútbol.