JUANJO
ANAUT | MADRID
Carlos Alhinho es el gran protagonista de la tremenda
reacción que ha tenido el Badajoz en esta Liga.
Nadie daba un duro por el equipo pacense cuando el técnico
portugués llegó al Nuevo Vivero.
Todos le situaban como uno de los cuatro clubes descendidos
al final de temporada. Cinco puntos en once partidos
no era un bagaje muy alentador. Sin embargo, el entrenador
luso llegó con fuerza y mucho, mucho optimismo.
Con
una revolución que empezó por convencer
a sus jugadores de que podían hacer mucho más
Alhinho se ganó a la grada y al equipo. Ni siquiera
su brusco choque con Txutxi, que dio con los huesos
del capitán en el Hércules evitaron que
su proyecto tomara cuerpo. Una derrota (0-1 ante el
Poli Ejido) y un empate en Tarragona no fueron las mejores
cartas de presentación, pero Alhinho confiaba
en los suyos y obró el milagro. Siete triunfos
consecutivos hicieron que el Badajoz pasara de ser carne
de Segunda B a soñar con el ascenso, del que
sólo le separan dos puntos.
El técnico portugués
apuesta por un 4-4-2 en el que las bandas son su motor
principal. El juego de los pacenses por alas está
rozando el virtuosismo y le está proporcionando
gran parte de su efectividad. Alhinho no ha perdido
la sobriedad defensiva que siempre ha caracterizado
al Badajoz, pero le ha otorgado ese punto de peligrosidad
ofensiva que tanto necesitaba. El resultado ha sido
que los pacenses han pasado de ser los reyes del empate
a ser... los reyes del triunfo.
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