| | |
G.P. DE PORTUGAL |
|
|
|
|
CIRCUITO DE BRASIL |
Jesús Benítez |
|
|
|
|
El primer campeón hijo de campeón |
Su mirada arrogante,
robótica, de actor tipo far west, delata una
personalidad fuerte, un convencimiento absoluto de su genio. Kenny
Roberts es el arquetipo americano en estado puro, hasta en la forma
de andar, de reírse, de hablar, y por supuesto de actuar
a nivel profesional. Piensa, actúa y no da marcha atrás,
aunque se equivoque. Es como todos los americanos competitivos,
como todos los americanos ganadores, como todos los americanos que
escriben la historia del deporte mirando con un iris intenso su
objetivo, amenazando a su contrincante, hundiéndolo en la
miseria, poniéndolo en jaque mate sin mover una pieza. Es
un americano como su padre americano, el marciano que
lleva su mismo nombre, el king kenny Roberts, tricampeón
mundial de 500 (1978, 79 y 80). Pero el junior Roberts, ha conseguido
en el 2000 algo más sonado, más allá de lo
visto hasta ahora: ha dado a su país un honor más
allá de lo estadístico. En el medio centenario de
historia del Mundial de Motociclismo, nunca antes el hijo de un
campeón había hecho lo propio, ser sombra alargada
de un campeón, continuador de una saga, vástago prolífico
en seguir almacenando oro para la dinastía. Como curiosidad
análoga, en Fórmula 1, por ejemplo, tal hecho sólo
lo ha conseguido el británico Damon Hill (1996), cuyo padre
venció en los años 62 y 68, antes de morir en un accidente
de aviación. Los Roberts, pues, además de ser americanos,
además de sus múltiples méritos contraídos
y coronas, además de su aprecio común por la costa
catalana y por el pan tumaca, además de ir en
moto como pocos, además de sus bromas constantes y de su
forma esperpéntica de decir orange juice en un
inglés incalificable, son el guinnes de la moto:
el campeón del campeón, y viceversa.
Si analizamos la carrera deportiva de este piloto de 27 años
de edad, nacido en Mountain View (California), el 25 de julio de
1973, descubrimos la incidencia notoria de los genes paternos. Fue
al colegio sólo para lo conocimientos básicos, lo
mínimo. Con 15 años debutó en motocross. En
1989 gana su primera carrera de minimotos. La siguiente temporada
cinco pruebas y en 1991 finaliza segundo en el campeonato americano
de 250 y al año siguiente termina cuarto. Su primer gran
premio llegó en 1993, en el cuarto de litro, acabando segundo
en el Campeonato de España de la misma categoría.
Su salto definitivo al Mundial llegó en 1994, acabando 18º
en 250, octavo al año siguiente. Para él, ya se había
acabado la fase de adaptación, no había más
tiempo que perder, 500 le esperaba. En 1996, Wayne Rainey (que había
alcanzado la gloria y tres títulos de 500 apoyado por Kenny
Roberts padre, hasta que quedó parapléjico en 1993)
que ya lo habia llevado a 250 lo aupó de nuevo para que debutase
en la cilindrada reina con Yamaha. El comienzo fue duro, muy duro,
y con muchas caídas, demasiadas. Al año siguiente
no tuvo renovación y fue acogido por su padre para pilotar
durante dos temporadas las románticas Modenas,
el proyecto el viejo Roberts ha creado para intentar
de acabar con el monopolio japonés. Pero esta ambiciosa empresa,
que ha creado su propia moto, no ha dado aún sus frutos y
Roberts jr, acumuló en dos años un rosario de caídas
con muchas cuentas. Por ello, no lo dudó lo más mínimo
cuando Suzuki le propuso un puesto en su moto sin patrocinadores,
vestida sólo con los colores del fabricante, no lo dudó.
El cambio fue radical, acabó segundo en ese 1999 en el que
se erigió como el máximo rival de Alex Crivillé.
En este año 2000, Telefónica vio un filón en
el piloto estadounidense. Lo vistió de verde pistacho, paseó
su nombre por las marquesinas publicitartias de todo el país.
Tres victorias y ocho podios, unidos a cuatro poles
y 12 primeras líneas de parrilla, han obrado su corona, gracias
también a su actitud de ganador constante, de ser el primero
hasta en el recreo. Al final, por méritos propios,
Kenny Roberts ha destronado al primer campeón español
de 500, Alex Crivillé Tapias, en el mismo escenario en el
que esté alcanzó su trono, a pocos metros de la playa
de Copacabana. Alguien tenía que hacerlo y ha sido el vástago
de un campeón. Así lo ha querido la historia. |
Subir |
|