Cuando uno se sienta en el nuevo Mégane detecta de inmediato que la postura de conducción es más cómoda. Todo queda más a mano y el sobrio diseño lo hace agradable. La columna de dirección regulable en altura y profundidad ayuda mucho a lograr la perfecta postura de conducción y la tarjeta nos abre la puerta (hay que tirar, que no lo va a hacer todo el coche) y nos deja arrancar sin tener necesidad de introducirla en la ranura que lleva a tal efecto. Y una vez en marcha y también de inmediato se nota que la insonorización interior del Mégane pertenece sin duda a segmentos superiores. También es más que agradable disponer de tanta potencia al alcance de uno y mucho más si el bajo régimen de revoluciones ofrece una relación entre la velocidad y el consumo, verdaderamente sorprendentes: 4,4 litros a los100 km, todo un acierto que se da, entre otras cosas gracias a las seis marchas que ofrece y la elasticidad que la sexta proporciona en autopista. Más datos de consumo que nos gustará oir son que en circuito urbano gasta sólo 7,2 litros y 5,4 en mixto. Y volviendo a las marchas su tacto es ejemplar, aunque hay que ser precisos en el paso de quinta a sexta.
Todo esto sorprende, máxime si pensamos que los precios van desde los 13.570 euros de la versión básica del tres puertas a los 20.220 de la más equipada del cinco puertas, que son las dos versiones con las que Renault inaugura la gama Mégane. Una gama que tendrá siete modelos pero que ya mismo dispone para sus compradores de un total de 46 posibilidades diferentes que resultan de combinar los diversos niveles de equipamiento (pack, confort y luxe), ambiente interior (autentique, expression, dynamique y privilège), motorizaciones (tres gasolina y dos diesel) y las arquitecturas de 3 y 5 puertas. Recomendable en todos los aspectos. Pero aún mejor, acérquense a su concesionario a echarle un vistazo. Merece la pena.