Una casa llena de recuerdos
Los vecinos de ‘Mágico’, en especial un ex compañero
suyo, Arreitu, recuerdan el modo de vida que llevó Jorge
el tiempo que vivió en Cádiz.
Hace más de diez años que se marchó, aunque nadie lo ha
olvidado. Cádiz, la ciudad que lo acogió como un hijo y
que aún le idolatra como al padredesaparecido, continúa
pensando en él, recordándolo, viendo los vídeos de sus goles
y preguntándose si alguna vez volverá a recorrer sus calles,
a comer y beber en sus bares o a pasear en su descolorido
Ford Escort. La figura de Mágico González sigue vigente,
sus contemporáneos le recuerdan con cariño y quienes no
disfrutaron con su arte, con su genio, se dejan llevar por
las ensoñaciones de quienes le definen como el Dios del
fútbol que un día bajó a la tierra. La huella que Jorge
dejó en Cádiz no es muy diferente a la abandonada en otros
lugares del globo.
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Dueño del bar donde iba Jorge en Cádiz |
Su forma de ser, la escasa importancia que le otorgaba
a valores tan asentados en la sociedad capitalista actual
como el dinero, la fama o el poder, le hacían un ser único.
“Para Mágico todo era un juego”, comenta Arreitu, uno de
sus compañeros en aquel Cádiz que iba de milagro en milagro
por el fútbol español. “Cuando terminaba los entrenamientos
-continúa- seguía jugando a la pelota con los niños que
le esperaban en la calle, pero no creo que lo hiciera porque
le gustaran demasiado los pequeños, sino porque jugar al
fútbol le encantaba, le daba igual el sitio y que fuera
con un balón de reglamento o una botella de plástico”. Y
es que Jorge daba pataditas a todo lo que encontraba a su
paso. “A veces -comenta uno de sus vecinos- subía las escaleras
del piso dando voladitas a una naranja, era verdaderamente
increíble”.
Para darse cuenta del carácter del salvadoreño baste decir
que apenas recordaba la cifra que el Cádiz debía pagarle.
Para él un apretón de manos tenía el mismo valor que el
más complicado de los contratos; no confería importancia
al dinero y repetía una y otra vez que su mayor ilusión
era ganar dinero para poder comprarse un taxi. Arreitu afirma
que era una persona introvertida, callada y que siempre
hacía lo que le apetecia. “Si tenía ganas de dormir, dormía;
si tenía ganas de comer, comía; y si tenía ganas de jugar
al fútbol, jugaba”. Su leyenda negra dice que le encantaba
la noche, salir de copas y discotecas. Era verdad, pero
lo hacía de una manera tan natural que era difícil quitarle
la costumbre. Era como una rueda.
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