Más
de un buen aficionado se habrá sorprendido estos primeros
días por el hecho de que los españoles están
desaparecidos. Y la explicación es sencilla: el corredor
español, fiel a su tradición, necesita un terreno
donde la posición en carrera no sea determinante, algo
que sucede en las etapas de media y alta montaña, además
de en las contra reloj, y no en las llanas.
En las etapas llanas, como éstas,
saber mantener la posición en el pelotón es
esencial para poder brillar y, en ese aspecto, los españoles
estamos muy verdes. Primero porque siempre en nuestras carreras
hay montaña, pero también porque no tenemos,
como estamos viendo estos días, esos carriles-bici
por los que anda todo el mundo, pequeños y grandes,
y en los que se aprende a rodar manillar con manillar sin
asustarse.
Ahora bien, siempre hay excepciones,
como Olano, un corredor que se defiende bien en cualquier
tipo de situación y terreno.
Mi experiencia me dice que hay que correr mucho fuera de España
para aprender este arte de rodar, sin desgaste, en el pelotón.
Yo, cuando más valiente -o inconsciente- me comportaba
era cuando volvía de correr los criteriums de Holanda.
Estás loco, me decían mis compañeros.
Lo cierto es que en el pelotón español, entre
corredor y corredor, corre el aire, cosa que no sucede fuera.
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