Me gustaría no tener ninguna experiencia propia para recordar porque
lo cierto es que con una gastroenteritis se pasa fatal. Si el ciclismo
ya es duro de por sí, en esas condiciones es terrible. El peor de mis
recuerdos se remonta al Tour de 1990, en el que estuve media carrera
con diarrea y vómitos y lo pasé realmente mal, hasta el punto de que
hubiese abandonado de no ser porque iba en posiciones de privilegio.
Los primeros síntomas, los padecí en la etapa que llegaba a Millau.
Nada más llegar a meta me tuve que tirar literalmente al campo para
‘descargar’ mis necesidades. No logré librarme del problema hasta unos
días después de haber acabado el Tour. Cada día me sentía más débil
e iba a menos. Todos esperaban que atacase en los Pirineos, y yo no
podía ni moverme. Ya casi al final del Tour, no podía ni por el llano
y acabé perdiendo el tercer puesto. Acabé cuarto, pero si dura cuatro
días más ni termino.
El problema es que te deshidratas y en verano no eres capaz de recuperar
lo que pierdes. Por eso, a veces los héroes no son sólo los que ganan
o los que se escapan, sino los que logran acabar cuando se presenta
una situación así.
|
|