El ciclismo es duro, épico, agónico y un montón de apelativos más que
empleamos para intentar explicar el esfuerzo que supone para el ciclista
conseguir la victoria. Pero son pocos los capacitados para lograr la
gloria final. Hay muchos cuyas facultades son más limitadas y que sólo
a base de ambición y moral logran mantener las esperanzas de ser los
protagonistas de la etapa. Se marchan en fugas en solitario aunque son
conscientes de que el gran pelotón no les piensa perdonar y no serán
más que una anécdota momentánea en una etapa más.
Son héroes pasajeros de los que se ensalza la valentía, el esfuerzo
y la poca recompensa que reciben para el derroche que hacen. Esto genera
una gran admiración que, con el paso de los días, se convierte en olvido.
Pero no todos lo olvidan. Siempre queda un poso de admiración y cariño,
especialmente en los lugares donde viven. Sus vecinos y los chavales
del barrio les verán como a auténticos héroes y muy posiblemente en
ellos dé fruto en el futuro la semilla que dejó esa escapada.
Unos, los más jóvenes, practicarán este deporte. Otros se convertirán
en fieles seguidores del ciclismo de por vida. No sólo las figuras como
Miguel Indurain o Roberto Heras mueven a la afición hacia el ciclismo.
También estos héroes de barrio fomentan el ciclismo y animan a las futuras
figuras de este deporte.
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