Nos hemos largado. Ya no estamos en el campo base del Aconcagua. Adiós al saco gordo de la cremallera estropeada. A orinar a favor de viento para no ponerse perdido. A las galletas, duras como piedras, del desayuno. A las piernas cansadas. A la respiración agitada. A la pulcritud de Theresa Zabell. A los silencios de Escartín. ...
Leer másAllá en la base de la Canaleta, aún a más de 6.000 metros, antes de exponerse de nuevo al azote de un viento terrorífico, las palabras de Juanito Oiarzabal eran agónicas. Su voz de serrucho viró a la de un tipo que se ahoga. Entre estertores, el montañero relató por la radio lo que estaba pasando: “No he podido contactar desde la cumbre porque hacía un frío terrible.
Leer másLa crÓnica
PROBLEMAS EN EL AEROPUERTO
13/01/2006
Roberto Palomar
A las diez de la mañana, tras un copioso desayuno, abandonaron
la tranquilidad y la comodidad relativa del campo base de Confluencia
y buscaron la huella que, cuatro horas más tarde, les dejó en Plaza
Francia, al pie de la imponente pared Sur del Aconcagua. Durante
la marcha, no hubo excesivos contratiempos.
Juanito Oiarzabal se encargó de marcar el ritmo. Se puso en cabeza
de la hilera y ordenó que nadie se fuera por delante para que todo
el grupo fuera con un ritmo homogéneo, que era de lo que se trataba
para cumplir con el objetivo de la marcha. El único que se iba descolgando
era Gervasio Deferr, que hacía la goma, como se dice en el mundillo
del ciclismo. Rompiendo techos Tras una parada para reagrupar al
equipo, el médico y Amavisca decidieron quedarse con él y hacer
el resto de la ascensión juntos, mientras el resto del grupo partía.
En ese pequeño parón, a 3.700 metros, alguno de los miembros de
la expedición, como Amavisca o Chema Martínez, celebraron que ‘rompían’
altura. “Ya os podéis pagar una botella de champán”, dijo Juanito.
“Normalmente, cada vez que en el Himalaya alguien bate su récord
de altura, se paga algo”, explicaba Oiarzabal. Llegando cerca de
la cota 4.000, que está marcada por una bandera, el grupo se rompió.
Quienes mejor se encontraban, se fueron para adelante. Juan Vallejo
iba abriendo la fila, acompañado, sorprendentemente, de la fotógrafa
de Marca, Beatriz Guzmán. Por detrás, Martín Fiz y Theresa Zabell.
Reponer fuerzas Una vez alcanzada la cota, el grupo se puso al resguardo
del viento para tomar fruta, barritas energéticas y algunos sandwiches.
Al poco rato, se presentaron Deferr, Amavisca y el doctor. Deferr
estaba eufórico y realizó algunos ejercicios encima de una roca.
Luego, se desplomó a descansar. Juanito aconsejó al grupo que permaneciera
durante una hora en la cota 4.000 para alcanzar la aclimatación.
Allí, todos comentaron la majestuosidad de la pared sur, una pared
que subió Juan Vallejo en el año 2000. Juan explicó al grupo por
dónde hizo cumbre en aquella ocasión. Nadie daba crédito a lo que
estaba oyendo, por lo impresionante. El descenso, pese a que Juanito
intentó comandarlo, fue una procesión. Vallejo, Chema Martínez y
Beatriz Guzmán se lanzaron a tumba abierta. Hicieron muchos tramos
corriendo.
Lo que les había costado cuatro horas ascender, lo solventaron en
sólo dos. Por detrás, llegaron Fiz y Theresa Zabell. Un poco más
tarde, llegó Juanito, gruñendo: “¡Os he dicho que hay que bajar
despacio, que os vais a matar!” y luego se pidió una cerveza. Hoy,
etapa reina Para hoy está prevista una especie de etapa reina. El
grupo va a partir al amanecer, con dirección al campo base de Plaza
Mulas. Por delante tienen una marcha de diez horas.
Es posible que Gervasio Deferr salga un poco antes que el resto,
dado que tiene un ritmo de marcha un poco más lento y Juanito no
quiere que se ralentice el grupo. Los dos guías, Vallejo y Oiarzabal,
han advertido al equipo de que se trata de una jornada de gran dureza,
tanto por la longitud de la misma como por el terreno. En especial,
un lugar llamado Playa Ancha, de doce kilómetros de longitud. Un
terreno arenoso e incómodo que puede hacerse eterno.
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